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Cómo ven los panameños el cambio climático

Los ciudadanos de este país están alarmados por los efectos del cambio climático, problemática que reconocen casi unánimemente como un hecho que ya está ocurriendo y que está dejado sus huellas en Panamá, según resultados preliminares de un estudio del Colectivo “Ya Es Ya” con la Universidad de Panamá sobre la percepción social de la población panameña del cambio climático.



Ocurre igual con los ciudadanos de otros países de la región y, de hecho, de todo el mundo (IPSOS 2023). La mayoría de los panameños opina que, a pesar de los enormes riesgos que produce el cambio climático, ni los medios de comunicación, ni los gobiernos informan, educan o preparan al público de manera adecuada, por lo que el alto grado de conciencia de la población es sorprendentemente muy positiva.


Algunos resultados de la encuesta


La preocupación de los panameños por la crisis climática y ecológica está bien fundada: la comunidad científica ha lanzado un código rojo a la humanidad por el mismo tema. Miles de estudios científicos certifican el constante aumento de la temperatura desde el inicio de la Revolución Industrial, y particularmente desde los años 1950, con una multitud de consecuencias directas e indirectas cada vez más desastrosas. El año 2023 fue el más caluroso en la historia de la humanidad y un año de extremos climáticos que causaron muerte, sufrimiento, daños y pérdidas multimillonarias: incendios forestales, sequía, inundación, súper tormentas, olas de calor terrestres y marinas que causaron estragos en poblaciones humanas y ecosistemas. El 2024 inicia con el enero más caliente jamás registrado, y un nuevo récord histórico en las temperaturas de los océanos.


Todo esto no ocurre por sorpresa, sino que había sido pronosticado por la ciencia, que desde los años 1960 ha estado advirtiendo a gobiernos y poblaciones sobre los efectos catastróficos que el aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, debido a la quema de combustibles fósiles, tendría eventualmente. Fueron casualmente los científicos de la industria fósil (Exxon Mobil y otros) quienes hicieron las mejores predicciones – resultados que las empresas nunca publicaron y que le sirvieron de base para cuestionar y negar las advertencias científicas sobre el cambio climático poco después. Su criminal respuesta, que está costando caro a la humanidad y la vida animal en el planeta, fue la de lanzar una millonaria campaña de desinformación, negando la realidad del calentamiento global, campaña que sigue en la actualidad.


Como ha señalado Celeste Saulo, argentina distinguida con el honor de ser la primera mujer secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial, y la primera de las Américas: “El ritmo del cambio climático causado por el hombre se está acelerando y el calentamiento ha desencadenado olas de calor mortíferas, incendios, sequía y más brotes de frío ártico en América del Norte y Europa”.


  “El mundo necesita actuar rápidamente, pero existen poderosas fuerzas económicas que impiden que eso suceda.
"Los lentos esfuerzos para frenar el cambio climático no tienen que ver con la diplomacia; creo que tienen que ver con el poder y la economía”.

Las causas directas del cambio climático son las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero a la atmósfera, como el CO2 y el metano, cuyas fuentes principales son la quema de hidrocarburos en todos los sectores de la economía, pero también la producción agropecuaria y la deforestación y destrucción de ecosistemas, ambas en muchos casos también producto de la agricultura y cría de animales. Las causas de raíz se encuentran en la doctrina de la economía clásica, de la cual se deriva nuestro sistema económico predominante, el capitalismo neoliberal, que se basa en el crecimiento indefinido y busca la máxima ganancia, sin importar la realidad biofísica de un planeta finito con recursos finitos que son la base de toda economía y de todo lo que disfrutamos.


Es importante comprender que el cambio climático no es un problema en sí, sino una de las muchas manifestaciones de una crisis sistémica que se puede entender como el sobregiro de la biocapacidad de la Tierra. Debido al enorme crecimiento de la población humana y su alta demanda de materiales (renovables y no-renovables) y de energía, hace años hemos sobrepasado la capacidad del planeta en producir estos materiales y absorber los desechos de nuestras actividades (contaminación).

 

Actualmente, la población mundial consume un 70% más recursos de lo que el planeta puede regenerar; ello se compara con una cuenta bancaria de la cual se usan no solamente los intereses que genera, sino el capital. Ese sobregiro varía ampliamente entre países. Panamá está justamente entrando en terreno negativo. 


La transición energética hacia fuentes renovables es inevitable, pero no resultará en más que “la electrificación del Titanic”, o sea el inevitable choque con los límites planetarios, si no aceptamos que esta transición debe estar acompañada de una reducción drástica y urgente en el uso de materiales y energía; en otras palabras, se impone un decrecimiento económico, particularmente en los países industrializados del Norte, que tienen más del 80% de la responsabilidad de la emergencia climática.


Cabe observar que decrecimiento no es equivalente a recesión, sino un concepto basado en una economía democrática, que busca el bienestar humano y ecológico y aboga por una reducción de aquellas actividades o sectores de la economía que no son esenciales, ni se pueden reconciliar con los límites planetarios.


Como ya indicó el conocido informe del Club de Roma de 1972 “Los Límites del Crecimiento”, solo hay 2 opciones: 1) o encontramos una fórmula de operar dentro de los límites de la biocapacidad del planeta, o 2) el sistema por lógica de la física, colapsará. Por el momento, nos encontramos firmemente en el camino del colapso y nos queda muy poco tiempo para apretar los frenos: todo indica que hemos entrado en una nueva fase acelerada del calentamiento global, con un desbalance energético de la tierra que ha aumentado un 400% desde 2000 y equivale a la energía de 15 bombas de Hiroshima cada segundo. Esta es la cantidad de energía (en forma de calor) que nuestras actividades económicas agregan al planeta y que tienen a nuestros océanos con temperaturas inéditas, causando el blanqueo y la muerte de arrecifes de coral a una escala inédita, súper tormentas que necesitan de categorías adicionales por su fuerza jamás vista, incendios inéditos, como los de Chile que causaron la muerte de más de 100 personas y olas de calor que han matado a centenas de miles de personas en los últimos años.

   

   Un estudio reciente indica que Centroamérica, incluyendo a Panamá, es una de las regiones más en riesgo de sufrir una tragedia humanitaria a causa de temperaturas extremas, entre otras razones por la falta de preparación. Tal vez el aspecto más preocupante del calentamiento es que nos tiene en inminente peligro de activar “puntos de no retorno” que nos dejarían sin posibilidad de influir en el curso de los eventos, como, por ejemplo, el probable colapso del sistema de corrientes del Atlántico (AMOC), que ejerce un fuerte control en el clima de todos los países occidentales, tanto norte como sur, y dejaría a Panamá con un clima seco y mucho más caliente, mientras que Europa del Norte sufriría una baja en las temperaturas de 10-30°C en el curso de 100 años; ambas condiciones  traerían consecuencias catastróficas.

 



Panamá es uno de los países que muy poco han contribuido al cambio climático y podemos hacer poco para reducir el calentamiento global y sus efectos; pero podemos y debemos hacer mucho para reducir nuestra vulnerabilidad. Esto significa: información, educación, conciencia, procesos de consulta y participación popular y medidas contundentes para reducir los riesgos, preparándonos para lo peor, mientras esperamos lo mejor.


Evidentemente, el futuro no será un mundo globalizado con una economía creciente, basado en el extractivismo y una cadena global de suministros, por lo que proyectos e infraestructuras como mega puertos, el Canal y similares, tarde o temprano serán obsoletos. Nuestra prioridad debe ser la de asegurar las necesidades básicas, como alimentos, agua, salud, vivienda, educación, energía, seguridad.


Necesitamos un gobierno competente que actúe conforme a los riesgos que enfrentamos. Por ello, el tema de la emergencia climática y ecológica debe ser parte de los planes de gobierno de todos los candidatos y de las decisiones que tomen los electores.


Renate Sponer, "Ya es Ya"

Especial para Trinka Panamá

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